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Internacional

ANÁLISIS

Argentina, el temor a una nueva crisis

Imanol Butron Alonso (*)

Argentina ha vuelto a recurrir al Fondo Monetario Internacional, para evitar así otra crisis como las que ya ha vivido a lo largo de su historia.

  • Mauricio Macri desde la Casa Rosada. Foto: EFE

    Mauricio Macri desde la Casa Rosada. Foto: EFE

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Argentina ha vuelto a recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI) para evitar una nueva crisis económica que afecte al país. El martes de la semana pasada, el presidente Mauricio Macri anunció desde la Casa Rosada que pactó con la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, comenzar a negociar una línea de apoyo financiero. Esto permitirá fortalecer el programa de crecimiento y desarrollo que lleva adelante su Gobierno y dar un mayor respaldo para enfrentarse a ese nuevo escenario global y evitar una nueva crisis en el país, debido al fuerte desplome del peso frente al dólar.

Simon Kuznets, uno de los más célebres economistas en el campo del crecimiento económico, dijo que hay cuatro tipos de países desde el punto de vista económico: los países avanzados, los países en vía de desarrollo, Japón y Argentina. Dicha afirmación puede ser una exageración, pero lo cierto es que tanto los observadores macroeconómicos argentinos como el público en general perciben que el país no ha tenido éxito en su intento de mantener la estabilidad.

Prueba de ello es que Argentina ha tenido varios ciclos recesivos durante su historia.

Fuertemente afectada por la crisis mundial de 1973 y durante el gobierno de Isabel Perón, Argentina experimentó en 1975 el famoso “Rodrigazo”, producto del paquete de medidas económicas propuesto por el entonces ministro de Economía, Celestino Rodrigo.

El contexto internacional era cada vez más complicado. La crisis del petróleo se desató y castigó a todo el mundo, lo que redujo gran parte de las exportaciones argentinas.

Ante esta situación, el 4 de junio, el ministro de Economía, Celestino Rodrigo, estableció un ajuste económico que aumentó los precios. Quería eliminar la distorsión de los precios relativos con una fuerte devaluación del 160 % para el cambio comercial y del 100 % para el cambio financiero. La tasa de inflación llegó hasta el 777 % anual y los precios nominales subieron el 183 % al finalizar el ciclo 1975.

En 1989 y 1990 estallaron dos hiperinflaciones de forma separada. La primera sucedió en el primer semestre de 1989 e influyó fuertemente en la derrota electoral y posterior renuncia del presidente Raúl Alfonsín. La segunda sucedió entre diciembre de 1989 y marzo de 1990, durante la presidencia de Carlos Menem, y provocó la renuncia del ministro de Economía Néstor Rapanelli.

Estas hiperinflaciones provocaron una fuerte bajada en los salarios que hizo que el porcentaje de personas viviendo en la pobreza aumentara del 25 % a comienzos de 1989 al récord histórico del 47,3 % en octubre del mismo año. Eso provocó que se generaran revueltas y saqueos en todo el país.

Después de 10 años de convertibilidad que lograron frenar un proceso inflacionario de casi 20 años, en 2001 se desató en el país la última gran crisis financiera que desembocó en el famoso “corralito” y la posterior renuncia a la presidencia de Fernando de la Rúa, que abandonó el país en helicóptero.

Tal y como había prometido en su campaña electoral, De la Rúa continuará con la ley de convertibilidad decretada en 2001, que implicaba la paridad de la moneda argentina al dólar estadounidense.

Sin embargo, el sistema bancario colapsó en 2001 cuando inversionistas comenzaron a retirar sus depósitos monetarios de los bancos y cuando el primer ministro de Economía, Domingo Cavallo, anunció las restricciones para sacar el dinero que los ciudadanos tenían depositado. Tras semanas de caos entre protestas y represiones policiales que acabaron con la vida de varias personas, la imagen de Argentina era la de un país sumido en un profundo desastre en el que cinco presidentes pasaron por el poder en un mes.

En la actual crisis que atraviesa Argentina y en 2 de las 3 mencionadas podemos ver que la inflación ha sido un denominador común. Sin embargo, no debe minar la confianza en un país que ha demostrado una innegable determinación de normalización económica y una exitosa vocación de regresar al mundo después de cada etapa de recesión.

 

(*) Imanol Butron Alonso, graduado en Ciencias Políticas por la Universidad del País Vasco (UPV-EHU), es alumno en prácticas del Máster de Comunicación Multimedia EiTB-EHU en

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