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Jesús Torquemada
El presidente venezolano no da la impresión de estar acorralado. Si en algún momento está a punto de perder el control, le queda un último as en la manga: sacar a las milicias bolivarianas.
En la entrevista con Jordi Évole, Nicolás Maduro no dio la impresión de estar acorralado. No pareció alguien que está a punto de caer. Es más, estuvo desafiante, avisando a algunos de los dirigentes internacionales que se han puesto contra él de que se equivocan y esa postura les va a perjudicar más a ellos que a él. Maduro sabe cuál es su pecado original: haber anulado a la Asamblea Nacional, en la que la oposición consiguió la mayoría tras su victoria electoral de 2015. Aunque intente dar argumentos para explicarse, ese pecado es difícil de perdonar. Pero también sabe Maduro, y muy bien, cuáles son sus puntos fuertes. Por mucho que la oposición saque gente a la calle, él no va a dimitir. Aunque algunos militares individuales se pongan contra él, la cúpula militar sigue a su lado.
Si en algún momento está a punto de perder el control, le queda un último as en la manga: sacará a las milicias bolivarianas y los colectivos chavistas para controlar la calle por la fuerza. Existe el riesgo de una intervención militar de Estados Unidos para derrocarle. Maduro ahí apuesta a dos cartas. Una, que Trump no se atreverá. Y dos, que si se atreve, eso romperá la coalición internacional contra Maduro, porque muchos gobiernos no querrán o no podrán ponerse del lado de Trump en una cosa tan seria.
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