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Análisis
Jesús Torquemada
Ha sido tan grande la presión social y tan grande el escándalo que incluso en el Partido Republicano muchos se han asustado.
Ha sido tan grande la presión social y tan grande el escándalo que Trump no ha tenido más remedio que dar marcha atrás. Y mira que es difícil que Trump dé marcha atrás en algo. La imagen de los hijos de inmigrantes sin papeles siendo separados de sus padres y enviados a un destino desconocido es tan terrible que incluso en el Partido Republicano muchos se han asustado.
En noviembre hay elecciones legislativas y uno de los principales temas que van a manejar los republicanos es el control de la inmigración ilegal; pero la mano dura que se está aplicando desde abril puede ser contraproducente y asustar a muchos votantes que no quieren ser cómplices de semejante indignidad. Fue entonces, hace dos meses, cuando se empezó a aplicar esta política con los inmigrantes sin papeles. Los padres son encarcelados a la espera de ser juzgados y deportados y los hijos son enviados a centros de acogida que a veces están en el otro lado de Estados Unidos. Eso recuerda mucho a las separaciones forzosas de familias que ya se hizo antes con los indios en Estados Unidos y con los aborígenes en Australia. Al final, Trump ha tenido que aceptar que los hijos sigan junto a sus padres, aunque sea en la cárcel.
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