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Análisis
Jesús Torquemada
El director del FBI, James Comey, ha declarado que Trump le ordenó que abandonara la investigación sobre los vínculos entre la campaña de Trump y los servicios secretos rusos.
Un presidente de Estados Unidos solo puede ser destituido si se demuestra que ha cometido un delito. En ese caso, el Senado puede llevar a cabo un "impeachment", un juicio político de destitución del presidente. Eso solo ha sucedido dos veces en la historia de Estados Unidos. En los dos casos, los presidentes, Andrew Johnson en 1868 y Bill Clinton en 1998, se libraron porque no se alcanzó la mayoría necesaria para destituirles: dos tercios de los senadores.
El actual presidente, Donald Trump, empieza a ver la amenaza del "impeachment" en el horizonte. El motivo: sus extrañas conexiones con los rusos y sus intentos de obstruir la investigación de esas conexiones. Estos días se habla de que la semana pasada Trump le pasó informaciones de espionaje al ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov. Eso es muy grave, pero no es suficiente para un "impeachment".
En cambio, las acusaciones del destituido director del FBI, James Comey, sí que son pura dinamita. Comey ha declarado que Trump le ordenó que abandonara la investigación que el FBI está haciendo sobre los vínculos entre la campaña electoral de Trump y los servicios secretos rusos. Ahí si hay un delito: obstrucción a la justicia. Si Comey puede demostrar de alguna forma que esa orden existió, el camino al "impeachment" estará abierto.
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