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Jesús Torquemada
Donald Trump trata a otros presidentes extranjeros de la misma forma que un mal jefe trata a sus empleados: a bronca limpia.
Donald Trump trata a otros presidentes extranjeros de la misma forma que un mal jefe trata a sus empleados: a bronca limpia. Y le da igual que sean amigos o enemigos. Su conversación telefónica con el primer ministro de Australia, Malcolm Turnbull, es una buena demostración del estilo de Trump. Una conversación que se suponía iba a ser amistosa y durar una hora, acabó abruptamente antes de media hora y prácticamente a gritos. Y eso que Australia es uno de los principales aliados políticos, militares y económicos de Estados Unidos.
Con el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, también mantuvo una conversación tensa, a pesar de que la llamada era precisamente para intentar evitar que se deterioren aún más las relaciones entre México y Estados Unidos. En solo dos semanas en la Casa Blanca, Trump se ha cargado todas las costumbres diplomáticas establecidas y se ha enfadado con medio mundo, Unión Europea incluida. Dicen que es la táctica que seguía como empresario: una actitud agresiva para llegar luego a las negociaciones en una posición de poder. En otras palabras, trata a los países, y a los jefes de esos países, como si fueran rivales en un negocio.
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