Música
'Berri Txarrak Lagunartean'
Natxo Velez | eitb.eus
En el histórico concierto de anoche en Bilbao, el trío navarro demostró que su legado trasciende de su “parón indefinido”, que llega en su mejor momento artístico.
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La palabra histórico suena ya gastada, carece casi de significado a estas alturas, al igual que otras tantas como libertad, justicia o democracia, pero el concierto que ofreció anoche Berri Txarrak ante 20 000 personas en Kobetamendi no se puede calificar de otra manera. No fue solo que las 37 canciones y casi tres horas de actuación supusieran el concierto más multitudinario nunca ofrecido por un grupo vasco de rock, sino que marcó un hito en muchos aspectos.
En la noche de ayer, Berri Txarrak y la veintena de amigos que rodearon al trío sobre el escenario reafirmaron el poder de la música, y dejaron patente que ésta es capaz, también en tiempos de desprecio general por lo inmaterial, de movilizar, sacudir inercias, abrir ventanas y esbozar caminos. No es poco; o, mejor dicho, lo es todo.
A veces el cuerpo nos pide escuchar una vez más aquello que tenemos grabado a fuego en nuestro interior, es lícito y, por qué no, necesario. Pero, además de para reafirmar nuestras convicciones, la música y la creatividad sirven para sacudir conciencias y transitar por nuevos territorios, y Berri Txarrak ha ejercido desde sus comienzos de abanderado de esa actitud, como demostró ayer por enésima vez. Ese talante referencial, el resultado de su combinación de talento, trabajo y riesgo, permanecerá más allá de su adiós (o hasta luego) el próximo noviembre. Quedarán, abiertas, para quien quiera recorrerlas, las sendas horadadas durante 25 años de carrera.
Kobeta, transformado
Ayer todo era diferente a lo habitual en Kobetamendi, excepto las colas para subir al recinto. Hasta ayer, los creadores vascos habían pasado de perfil por el monte bilbaíno: han participado en los grandes festivales, pero con el síndrome del invitado que se ha colado en una fiesta organizada a mayor gloria de otros, librando pequeñas batallas muy lejos del centro.
Sin embargo, anoche bajo el despejado cielo de Bilbao, la cultura vasca dibujó en torno a Berri Txarrak un microcosmos en el que pudieron sentirse implicados muchos orgullos latentes o silenciados. Por fin se oyeron con estruendo y sin ninguna interferencia esos infrasonidos a los que Berri canta en su último disco.
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Un concierto para el recuerdo
Después de tres días de teloneros de lujo como Thom Yorke, Vetusta Morla, Liam Gallagher, Rosalía y Weezer, que pasaron por el Bilbao BBK Live entre el jueves y el sábado, a las nueve de la noche, aún de día, Berri Txarrak tenía todo de cara para comenzar su concierto. Kobetamendi esperaba ansioso.
Trece minutos más tarde de la hora anunciada, el grupo pamplonés de instrumentos de viento Broken Brothers Brass Band ponía al público alerta con un popurrí de canciones de Berri llevadas a su estilo. Diez minutos después, irrumpían por fin en el escenario, para delirio del público, los tres protagonistas de la noche, David, Galder y Gorka, quienes atacaban sin contemplaciones un repóquer ganador: “Beude” (se acordaron, desde la excepcionalidad de Kobetamendi, de las salas y su indispensable trabajo durante todo el año), “Gelaneuria”, “Jaio.Musika.Hil”, “Izena, izana, ezina” y “Spoiler”. Las cartas, sobre la mesa desde el inicio: sonido nítido y potente, y ninguna floritura de cara a la galería.
A continuación, comenzó el desfile de invitados sobre el escenario: Jurgi Ekiza (Willis Drummond, Erabatera) colaboró en “Ez dut nahi” y Aritz (Deabruak Teilatuetan) apoyó a la banda, como ya hiciera en estudio, en “Iraultza txikien asanblada”.
La sucesión de arpegios y estruendo de “Zertarako amestu?” y “Libre ©” desbocaron el ritmo del concierto (obviamente, la entrada y salida de colaboradores ralentizaba la sucesión de canciones que el trío enlazaba sin tregua cuando tocaba solo) antes de que llegara el turno de Aiora Renteria (Zea Mays), que con su preciosa voz llevó hasta un punto muy alto “Aspaldian utzitako zelda” y enardeció el ambiente con “Bisai berriak”.
Mientras el público recordaba la situación de los jóvenes de Altsasu, el equipo de Berri Txarrak se afanaba en preparar todo sobre el escenario para recibir en él al teclista Martí Perarnau y el multinstrumentista (ayer a cargo de la guitarra) Ricky Falkner. De la mano de ambos, llegó el momento más reposado de la noche, rebosante de clase y elegancia, en el que tocó repasar (cayeron “Aditu bihurtuak”, “Helduleku guztiak”, “Lemak aingurak” con David Ruíz de La M.O.D.A., "Poligrafo bakarra" y “26 segundotan”) el segundo disco de la trilogía Denbora da poligrafo bakarra, producido por el propio Falkner.
El concierto subió de revoluciones inmediatamente de la mano de Matxet (Jousilouli) que se comió el escenario en “Zirkua”; el humorista y presentador Facu Díaz, más que correcto en la batería, y Toni el Sucio (Los Chikos del Maíz) en “Betiko leloaren betiko leloa”; Iseo intercalando rap encendido y melodías en “Biziraun”; y Matt Sharp (ex bajista de Weezer) en la canción “Fiends of P.” de su proyecto en solitario The Rentals y “FAQ”, que ya grabara junto a los de Lekunberri para su disco Haria.
Anari y Karlos Osinaga (Lisabo), con sendas guitarras en ristre, ofrecieron una emocionante y conmovedora versión de “Oreka” para deleite del público, que cantaba cada una de sus sílabas.
Después de descargar “Bueltatzen” y “Zuri”, Gorka anunció una canción “que ha supuesto un hito en el rock vasco”. No era otra que “David eta Goliath”, de Su Ta Gar, durante la que hizo entrada sobre el escenario el propio Aitor Gorosabel, guitarrista y cantante de la banda, para tocar su punteo en uno de los momentos más épicos de la noche. Juntos, en formato de cuarteto, atacaron “Oihu” con Kobetamendi cerca del éxtasis.
Pero aún quedaban dos perlas: Gorka tocó en formato acústico “Min hau” junto a su hermana, Nerea Urbizu (Ene Kantak, Katamalo), y, acompañado del Drogas, “un gran artista que supó ver antes que nadie que las canciones son pequeños depósitos de la memoria”, una sobrecogedora versión de “Maravillas”.
“Denak ez du balio” y “Katedral bat” cerraron una noche que no será fácil de olvidar y que supuso una invitación a crear, a ser oyentes activos, que, según dijo Gorka, es lo que el euskera necesita.
“Todo lo que termina, termina mal, poco a poco. Y si no termina, se contamina más y eso se cubre de polvo”, canta Calamaro en “Crímenes perfectos” quizás sobre cosas más trascendentes que el final de un grupo de música.
El final de Berri Txarrak está cada vez más cerca pese al excelente momento de forma que atraviesa el trío. Llegará el polvo, sí, y se posará, cuando caiga, sobre un recorrido intachable de coherencia, pasión y atrevimiento, pero seguro que no tapará un legado de canciones y recuerdos que se renueva cada vez que resuenan un acorde del trío de Lekunberri o se repiten sus transcendentes mensajes, envueltos en melodías imborrables.
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