cultura
Entrevista
Natxo Velez | eitb.eus
El cineasta y escritor madrileño participa este miércoles en el museo San Telmo de Donostia en la mesa redonda 'Cine y disidencia', organizada con motivo de la exposición 'Pasolini Roma'.
Trueba participará en el ciclo "Ideas de cine y cine con ideas".
El Museo San Telmo de Donostia abrió el pasado 20 de junio con su exposición "Pasolini Roma" una ventana al mundo del escritor y cineasta italiano Pier Paolo Pasolini, a un universo en el que convergen la poesía, el compromiso, el cine, la amistad o la política.
A colación de esa incursión en la figura del prolífico creador italiano, el espacio donostiarra ha organizado el ciclo "Ideas de cine y cine con ideas", que se desarrollará los días 15, 16 y 17 de septiembre con vocación de profundizar en la relación del cine con la filosofía, el pensamiento o los derechos humanos.
El periodista, guionista, director, actor y escritor David Trueba (Madrid, 1969) tomará parte en la segunda jornada del encuentro, que abordara la relación entre cine y disidencia. Hemos querido hablar con él sobre la figura de Pasolini y sobre la lucha del individuo, del creador, por huir de la uniformidad, por crear nuevos caminos.
-¿Cómo presentarías a Pier Paolo Pasolini a quien no lo conoce? ¿En qué te ha influido su obra y/o su estilo?
Es un director atípico, que proviene de la poesía y la enseñanza, y que no llega al cine por los caminos de la imagen, así que sus películas, casi siempre, persiguen un retrato social cargado de una poética del dolor y el desamparo.
- El propio Pier Paolo Pasolini fue expulsado del Partido Comunista en el que militaba, ¿cómo gestiona el creador la disidencia desde el marco de organizaciones regladas?
La disidencia, si la hay, debe empezar por la propia persona, la propia figura propia y luego enfrentarse encarnizadamente a todo intento de reducirte a la masa, al público, al militante, al consumidor.
A Pasolini lo echaron por homosexual y por bordear lo que hoy llamaríamos la pedofilia, en el tiempo en que el comunismo luchaba por crear ese invento afascistado del hombre nuevo y le importunaba mucho la complejidad del ser humano.
- El cine –el arte– que no disiente, que no difiere de la creencia común, que no abre caminos, ¿para qué sirve?
El cine tiene una de sus patas en el entretenimiento y en la evasión, depende casi siempre de la inteligencia de sus personalidades saber dotar a ese aire de placer compartido de un sentido vital profundo.
- ¿Qué producciones culturales destacarías como ejemplo del ejercicio de la disidencia?
En los últimos años, me gusta mucho cierto cine iraní, como A propósito de Ely o Nader y Simin y también las obras de Jafar Panahi, pero creo que todo artista está condicionado por la realidad en la que vive y cada uno ha de ser consecuente y no impostar la postura de compromiso ni de disidencia, que también sucede y muy habitualmente.
- El cine es caro y muchas grandes producciones suele ser financiadas por agentes del establishment político o económico, reticente muchas veces, por supervivencia, al cuestionamiento del mismo. ¿Cómo se puede seducir sobre todo al poder político para que apoye proyectos críticos con él mismo?
El poder político no tiene por qué apoyar nada de lo que uno haga. En todo caso serán las estructuras del Estado, que cuanto más libres estén de estar teledirigidas por los partidos, más libres y creativas serán.
En España vivimos en la confusión perpetua entre Estado y Gobierno, y entre lo público y sus gestores. Definirlo y separarlo es la base para consolidar la actividad artística amparada por el país.
- En algunas de las historias que se cruzan en tu novela "Saber perder" tratas sobre la gestión del fracaso en los más diversos ámbitos sociales… ¿De qué manera puede encauzar el artista disidente las trágalas que le impone el mercado cultural?
El artista solo alcanza el fracaso. El éxito es una confusión contable, que parte de la aceptación de que ser visto o leído por muchos garantiza la bondad de lo hecho. Y no es siempre así.
Por eso un artista supongo que está inmerso en una batalla por superarse a sí mismo y emular a sus maestros, y me temo que en esas dos tareas desde la percepción personal uno tiene que asumir siempre una dosis importante de fracaso.
De lo que se trata es de perseverar en esa línea incluso con el éxito. El fracaso es pues, un compañero de viaje con el que convivir y que te puede ayudar a depurar tus acciones.
es noticia
noticias
noticias
noticias
noticias
noticias
Deporte
cultura
Lo más visitado
© EITB - 2024 - Portal de Privacidad - Aviso Legal - Política de cookies - Configuración cookies - Transparencia - Contacto - Mapa Web