Cine
Entrevista
Natxo Velez | eitb.eus
Borja Cobeaga
El director donostiarra Borja Cobeaga vuelve a la carga, después de “Pagafantas” y “No controles”, con “Negociador”, su tercer largometraje, mostrado en el pasado Festival de Cine de San Sebastián, en el que se aleja de la comedia más desmelenada planteada en sus anteriores propuestas para dotar esta vez a la historia de un poso tragicómico.
En “Negociador”, Borja Cobeaga ha retratado el aspecto humano de las conversaciones mantenidas durante los años 2005 y 2006 entre los emisarios de ETA y el socialista vasco Jesus Eguiguren.
El cineasta donostiarra ha puesto el foco en los aspectos más mundanos, más terrenales, de unas conversaciones a las que usualmente se mira con gran solemnidad y presenta “la cara b” de una negociación crucial para el futuro del país, deteniéndose en detalles como la necesidad de alimentarse de bocadillos ante la imposibilidad de utilizar tarjetas de crédito obligados por la necesaria discreción o la imagen de los negociadores viendo juntos los encierros de sanfermines antes de abordar temas capitales.
Hemos hablado con Borja Cobeaga, viejo conocido por su participación en “Vaya Semanita” y coguionista de la taquillera “Ocho apellidos vasos”, para que nos acerque a la historia de “Negociador”.
¿Cuál fue la chispa que encendió la historia de ‘Negociador’? ¿Cuándo dijiste ‘aquí hay película’?
En un programa de televisión vi una entrevista a Jesús Eguiguren; hablaba de la negociación con ETA que se produjo alrededor de 2005. A través de su testimonio se podía comprobar que era una experiencia que le había marcado profundamente. Justo en ese momento también salió el libro que escribió Eguiguren con Aizpeolea sobre el diálogo, el documental de Ángel Amigo sobre el tema, ETB dedicó un “Bisitaria” a Eguiguren...
Había mucho información por todas partes. Pero lo que me hizo pensar en que había película en esta historia eran los detalles cotidianos, el absoluto contraste entre lo que intuimos que es solemne y la realidad, mucho más de andar por casa. Así, decidí centrarme en lo que sucede fuera de la mesa de negociación, en el factor humano de esas conversaciones.
¿Qué se va a encontrar el espectador en ‘Negociador’?
No quiero engañar al espectador. No se va a encontrar una comedia loca en la línea de mis anteriores películas. Es una tragicomedia, una comedia melancólica con un humor bastante seco. Creo que hay risas, pero proceden más del absurdo de algunas situaciones que de los chistes.
Es una película que intenta desmitificar cosas que nos han importado en Euskadi y a las que hemos dado excesivo peso, como la politización del lenguaje, de lo cotidiano. Creo que para muchos espectadores verla será liberador.
¿Qué detalles cotidianos de una conversación que en el ideario colectivo resulta tan solemne te llamaron la atención?
Muchos. Desde el hecho de que el negociador debía alimentarse de bocatas porque no podía usar la tarjeta de crédito hasta su poca habilidad en el uso del teléfono móvil. También que los mediadores confundieran a Eguiguren con el representante de ETA, cosa que sucedió en la realidad y está en la película.
Hay una situación que no metí en la película porque me pareció demasiado... Josu Ternera y Eguiguren veían los encierros de San Fermín cada mañana por la tele antes de ponerse a negociar. Eso en una película habría quedado falso, como de sainete. Pero todo sucedió así.
Yo me he inventado muchas cosas porque la película no es una crónica sino una visión desmitificadora de la política, donde la esperada solemnidad se sustituye por la casualidad e incluso la torpeza.
¿Cómo llegaste a dar con el tono adecuado para la historia? ¿El grueso de la sociedad ya ha admitido que se puede hacer comedia sobre un tema así o te has encontrado reticencias?
El tono precedió incluso a la historia. Porque por encima de todo quería hacer una película de tono tragicómico. Lo que ocurrió es que apareció esta historia, que se plegaba absolutamente al tipo de trama que quería tratar. No es el humor de gags de “Vaya Semanita” u “8 apellidos vascos”. Es otra cosa.
Aún así, creo que el público vasco y español da muestras de madurez en este aspecto. “Negociador” es fruto de su tiempo, y, de igual manera que “Vaya Semanita” comenzó en un momento de tregua de ETA y en un contexto de hartazgo de la sociedad vasca, “Negociador” se estrena en un ambiente muy diferente al que teníamos hace años.
¿Te has documentado sobre cómo fueron las conversaciones reales para realizar el guion o las has interpretado a tu manera? ¿Has hablado con alguno de los participantes?
Toda mi documentación ha consistido en leer reportajes, libros, ver documentales... Prefería conocer esta historia a través de testimonios escritos o audiovisuales porque me parecía que si entraba en contacto con los participantes empatizaría con ellos y no contaría lo que quería contar con libertad. Habría tenido síndrome de Estocolmo, porque me habría inclinado hacia una parte o habría tenido pudor a la hora de acometer ciertas escenas.
La película tenía que ser lo más desideologizada posible. Y creo que sólo se le ve el plumero en su clara defensa del diálogo, de que los conflictos se solucionan hablando.
¿Por qué elegiste a Ramón Barea, Josean Bengoetxea y Carlos Areces?
Les puse cara escribiendo el guión y para mí ha sido un privilegio que aceptaran hacer la película. De hecho fue su “sí” el que me animó a rodarla, porque no veía muy claro que era posible levantar la producción. Pero sí estaba pensado que la peli fuera pequeña desde el inicio, y pude hacerla con pocos medios pero toda la libertad. En eso, Nahikari Ipiña, mi socia, fue un gran apoyo.
Con Ramón quería repetir porque me parece un actor extraordinario y tiene una peculiaridad difícil de encontrar: es gracioso sin que se le note el esfuerzo. Además, humaniza mucho el personaje, le aporta ternura. Y el guion era más cínico, así que esa bondad que transmite era perfecta.
Y Carlos Areces debía encarnar a un tipo que de primeras cae simpático y es capaz de helarte la sangre de un momento a otro. Carlos es un actorazo y me dio lo que necesitaba.
Ramón Barea, Borja Cobega, Carlos Areces y Secun de la Rosa, en un momento del rodaje
Aunque muchos de tus anteriores trabajos abran la vía a la carcajada (“Pagafantas”, “Vaya Semanita”…), este “Negociador” tiene un poso amargo, tragicómico. ¿Cómo crees que reaccionará la gente ante él?
Supongo que muchos se quedarán desconcertados, pero otros agradecerán una comedia más reposada, menos estridente. Es lógico que esperen una comedia desmadrada por mi trayectoria, pero tendrán que comprenden que justo este tema no da para muchas carcajadas; de ahí que el humor de la película sea más incómodo.
Confío en que muchos se sorprendan gratamente, encontrándose con una peli más madura.
Es inevitable hablar de ‘Ocho apellidos vascos’, de la que comenzáis a grabar la segunda parte en mayo, si no me equivoco. ¿Cómo trabajáis ante la expectación que se ha generado? ¿Cómo vivisteis la poca relevancia que se le dio a vuestro trabajo en la gala de los Goya y el posterior apoyo de muchos compañeros de profesión?
Por un lado, Diego San José y yo somos conscientes de que el factor sorpresa ha desaparecido. Y justo el factor sorpresa de la primera me parece fundamental para explicar su éxito. No era un “Torrente” o un “Lo imposible”, no esperábamos semejante taquillazo.
El público ya espera la secuela, y eso es presión, pero también es bonito, porque no es normal que la gente esté expectante con un nuevo trabajo tuyo. Hace ilusión.
En cuanto a los Goya, entiendo que el gremio de guion nos defienda, pero es cierto que ningún guionista ha tenido la relevancia que Diego y yo hemos tenido como escritores de la película. No es normal que un guionista tenga tanto peso, ni tanta presencia en prensa, ni que se le reconozca tanto su aportación al éxito. De ahí que lo de los Goya nos parece anecdótico. Los actores quisieron reivindicar a Emilio Martínez Lázaro, el director, quien se lo merece más que nadie, porque él es el artífice del éxito de “8 apellidos vascos”.
Parece que asistimos a una buena época para el cine vasco: “Loreak”, “Negociador”, “Lasa eta Zabala”, “A escondidas”, “Los tontos y los estúpidos”… ¿Cómo ves el actual estado del cine vasco?
Creo que se están recogiendo los frutos en formato largo de una generación de directores que nos hemos curtido en los cortos. No se entiende el cine vasco actual sin la cantera que ha supuesto el catálogo Kimuak.
Si ahora vivimos una época de buenos largos vascos es porque antes hubo y sigue habiendo buenos cortos de aquí. Se ha fomentado un talento y ahora empieza a dar sus frutos en el largometraje.
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